La centolla se distribuye en Chile desde la región de Los Ríos hasta Magallanes, habitando profundidades que van desde los 0 hasta los 700 metros, con las pesquerías concentradas principalmente entre los 10 y 50 metros, especialmente en fiordos y canales australes. Su explotación comenzó en 1928 en la región de Magallanes, expandiéndose hacia el norte en las décadas posteriores.
Este crustáceo se caracteriza por un caparazón espinoso y robusto, mientras que sus pereiópodos, es decir, las patas que nacen del tórax y que utiliza para moverse, están recubiertos de espinas. Su dieta es oportunista, incluyendo moluscos, crustáceos y algas, lo que le permite adaptarse a las condiciones del entorno.
El ciclo reproductivo anual de la centolla comprende la cópula entre diciembre y enero, y la eclosión de los huevos entre septiembre y noviembre, un proceso influido principalmente por la temperatura del agua. La centolla alcanza la talla comercial entre los 7 y 8 años, tras pasar por varias mudas, un proceso mediante el cual el crustáceo cambia su exoesqueleto rígido por uno nuevo para poder crecer. Durante la muda, la centolla es especialmente vulnerable, ya que su nuevo caparazón tarda un tiempo en endurecerse (Lovrich et al., 2014).